La primera visión de Estocolmo fue espectacular. Llegábamos en el tren nocturno desde Malmö, (mal)durmiendo en los asientos... abrí un ojo y de repente, una cúpula puntiaguda se dirigía desafiante hacia el cielo azul. Por debajo de las vías del tren, se deslizaba un agua tranquila y, al ritmo de aquél, nos adentramos en esta ciudad construida encima de 14 pequeños trozos de tierra.
El centro de Estocolmo es un cúmulo de callejuelas retorcidas, hermosas esquinas y mágicas plazas doradas por la luz, llamado Gamla Stan. Resaltar la Marten Trotzigs, una calle de menos de un metro de ancho!! Estuvimos en el Riddarhuset, la Storkirkan, en lo que suena como mezcla de ambos, la Riddarholmskyrkan (o en cristiano, necrópolis real), en el Stadhuset (donde se celebra cada año el banquete de los Nobel)... Vimos el cambio de guardia en el palacio real más grande del mundo (o eso dice la Lonely Planet eh!) y por la tarde nos fuimos a marear por la zona comercial. Después, Ellen nos vino a rescatar para llevarnos (en cocheeee!!!) a Falun.
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