Göteborg aparece de repente, perdida entre hilos de tranvías y jóvenes con ganas de fiesta. Para mí, es por excelencia una ciudad perfecta de Erasmus: nueva, moderna, práctica, accesible, con transporte urbano barato y mucha opción ociosa. Bares super chulos, restaurantes, un centro comercial enorme... la típica ciudad aparentemente desalmada (oh my god!) por no tener un casco histórico que una, con pinta de guiri turista, pueda visitar.
Según nuestra amiga la guía (que pasó a ser un librillo gordo y pesao a una compañera más del viaje, con su propia opinión y su gran apoyo), nos hospedamos en uno de los mejores albergues de Suecia, el Slottsskogen. La verdad es que estaba genial: barato, limpio, muy social y con muchas facilidades (una cocina enorme, sesiones de pelis cada noche para todo el mundo, sauna gratis, con un super y el Slottsskogparken con sus columpios imposibles al lado...)
Compramos salmón en la Feskekorka (catedral del pescado), vimos los restos del único barco vikingo de Suecia (y que no os engañen: son restos y na más!) en el Stadmuseum, vimos cómo se trabaja el cristal y compramos bombones rellenos de chile en la Kvarteret (donde está la Kronhus, el edificio más antiguo de Göteborg!!! Por fin algo histórico!! Hehe) y paseamos por los canales, disfrutando, por supuesto, de las mejores siestas del mundo, en los céspedes suecos.
El 28 de agosto nuestro avión despegaba del aeropuerto Cuatro Latas (quien haya estado sabrá de qué hablamos) de ryanair a las 9pm. Con nuestros gorros de vikingas, y nuestros recuerdos rebosando por las mochilas, abandonamos las tierras (supestamente) frías del norte para volver a la caló madrileña. Snif!!! Nos dejamos mucho atrás, esto ha sido sólo el principio!!